domingo, 31 de enero de 2010

Dice el piano decayendo: no estés triste.
Dice el vacío en expansión, que vacío y lleno
son conceptos.
Tengo una sonrisa en la balanza que ha volcado
el resto.
Las sobras convirtiendose en muralla.
Y pensar que nada puede conmigo, ahora mismo,
en esta soledad, en estas paredes,
bajo esta luz que me habla del amanecer.


Quiero pensar que ya está todo,
que si cojo las maletas y me marcho
no será por cobardía.



y Gracias, siempre, gracias.

viernes, 29 de enero de 2010

Susurros





Pararía el tiempo, aquí,
justo en el comienzo de la nebulosa del mañana,
aquí donde no conozco, sonrio y me abrazas.
Aquí, que me he dejado el miedo al comienzo del camino.
Y después rasgaría la cortina que me lleva a tu rostro.

Es Perfecto conocer la inocencia de tus ojos.
En el mayor sentido de la palabra, perfecto,
la palabra que ahonda en el mar subjetivo,
perfecto es el océano de paz que queda después
de tu silueta.

¿Comprendes?
Entonces sabrás el motivo por el cual
detengo el tiempo aquí, en este mar,
en lo perfecto.
Esuchando los versos que me susurra
el tintero de tu voz.

viernes, 22 de enero de 2010

Despertar







Qué lejos aparenta estar la línea. Qué dificil cruzarla, ¿verdad?

Y ahí está, esperandome...

miércoles, 20 de enero de 2010

Sure

Y si alguna vez estuve segura de algo
es de esta tormenta que arrolla dentro.
Y el resto no, realmente no me importa.

lunes, 18 de enero de 2010

Caminos a lugares seguros

"Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.
La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando la primera puerta.
La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que "el tiempo todo lo cura" es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es sólo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado."



El nombre del viento
Patrick Rothfuss

sábado, 9 de enero de 2010

Welcome

Es normal sentir miedo, cuando te plantas frente al vasto desconocido, y aquella venda negra te escuece en los ojos. Es normal, pequeña. Y es normal tantear inquieta el vacío que nos precede. Es normal sentir el vértigo al escuchar los aplausos desde el abismo de nuestra cegera.
Y vas a caerte, y sentirás la verguenza que provoca el autodesconocimiento. El sabor salado de las lágrimas, y la rabia. Y el circulo cromático de las emociones girando brutalmente en tu cabeza. Vas a sentir la locura a flor de piel, vas a apostarte todo a nada con la muerte, como último recurso, como forma de sentirte dios y diablo. Y vas a perder, sabiendolo desde el principio.
Vas a vivir hasta el límite, como siempre quisistes.

Y yo estaré ahí, esperando el día en que tu venda caiga.
A veces prefiero pensar que no estoy aquí, que he dejado de existir, que estas letras no son más que el testamento de una mente que ya ha encontrado su hogar. Me gustaría esconderme en una nota de violín para siempre, olvidar mi cara, mis manos. Fundirme con mi propio latido y mis propias lágrimas, y ser la música encarnada, invisible, olvidada y feliz.
Algunas veces desearía que las historias fueran ciertas, creer en las viejas leyendas, sentir el coro anunciando mi caída, y bajar los escalones de la derrota ante una capa oscura como la noche. Me gustáría morder la manzana del delirio y que la culpa se escurriera fuera de mí como una serpiente. Que la locura me terminara de devorar, para volver a casa. Y el arrepentimiento fuera un simple juguete.
Quisiera inclinar la balanza hasta romperla, y caer al fondo del abismo con ella.

Y dejar de una vez intentar descubrir que me retiene en este corazón.