jueves, 23 de septiembre de 2010

Las ganas de escribir se escaparon en un escalofrío. Y el escalofrío se instaló en mis hombros, ondeando lentamente hacia abajo. Se detiene donde todo es parálisis, y allí creo morir. Creo encontrar la locura recubriéndome como una fina capa de polvo. Busco el tacto a tientas, desgarrando telarañas de inquietud. Mientras dure el escalofrío, la música jamás podrá entrar en resonancia con los miedos, no puede anularlos con la impaciencia. Inclino el rostro y acepto la parálisis, me rindo ante el monstruo que ha creado toda esta impotencia del lenguaje. La victoria del ignorante ahora ya no pesa tanto. El escalofrío rompe los lazos y escapa. Fuera llueve, y creo intuir con intermitencia la energía de la existencia.