miércoles, 30 de junio de 2010

Hoy lloraria el torrente de palabras del silencio.
Escribiría en las paredes, nombraría las ecuaciones.
Pero la alternativa me deja en el aullido,
en la infinita carrera de la incomprensión.
Sujeto fuerte el filo frente al lazo
que ligero define todo el caos contenido.
La ecuación me dicta infinito.
Y sé que no hay opción a mirar hacia atrás.
Si corto este lazo será el único momento,
la única vida disponible,
para hacer que vuelva tu recuerdo, tu imagen.
Y matarte definitivamente.

martes, 29 de junio de 2010

Estoy subordinada
a la expresión del asesinato.
Al pitido de la línea telefónica
en mis oídos, al blues
que sube serpenteando
desde algún hueco
en éste búnker de dos estrellas.

El arma del crimen en la cama
resulta casi poética. Es la tilde
de la palabra habitación,
pero tu sangre es el contenido
directo del vocablo.

No es homicidio librarte
del final de ésta escena,
puede que solo un mero tópico
tus melenas rubias dicurriendo
por los vértices de la cama.

Volvería a hacerlo,
participar en la ruleta rusa,
enfrentarme a la intensidad de tus ojos.
Aunque fueras tú la que ahora
observara sonriendo
las luces de ésta ciudad agónica.

domingo, 20 de junio de 2010

Fin del mundo.
Conexiones, huracanes, trance sin retorno.
Eclipse, se consume, se rompe.
¿La clave? No, no hay.
Desexistencias, roto, roto.
Se rompe, locura y nacimiento.
Decadencia, hundimiento, dentro,
mesas de ébano con las vísceras al aire,
destrozo, caos, revolución, vida,
noche, oscuridad, luz, oscuridad, locura.
Incomprensión,
velocidad, la sangre, respiro, aire,
aceleración y golpe.
El deseo del contacto.
El color del salto.
No, no, no.
El grito de la ceguera.
Landscapes emocionales, colisión,
pequeño, oscuro, inexistencia, inabarcable.
Cansancio, relativo, transparente.

Tus ojos, tus ojos.
Caos.
Silencio.
Retorno.
Fin del mundo.

sábado, 12 de junio de 2010

El sabor de la imperfección no era suficiente, Virgilio.
¿De verdad preferías privar a la humanidad de tu error?
Ríete de ellos, en tu lecho de muerte. Ríete de todos los mortales
que van a leer en el foro tus imperfecciones, tu casi poema.
Sonríe, porque te negaste a ser el rey de los mediocres,
y, aunque imperfecto, te has convertido en inmortal.

No reclames más ese tesoro tuyo, es demasiado importante
intentar entenderte en cada verso. Ridículo y fundamental conocerte
en cada giro del poema.
Viste a las musas pasar airosas a tu lado cuando quisiste ser como el resto,
¿escuchaste sus carcajadas? ni el César, ni los asuntos humanos,
aunque quisieras, serían jamás objeto de tu inspiración.
Porque aspirabas directamente de la fuente de la Poesía.

No es posible bañarse de vida e intentar domesticarse luego.
Todos somos humanos, Virgilio, y lo sabías mejor que nadie.
Imperfectos.
No puedes regalar el terror a las personas, el terror de lo perfecto.
Puedes guiar a la humanidad por los infiernos con los ojos vendados;
y puedes, en última estancia, dar a la persona su viva imagen:
un héroe víctima de la experiencia, un mortal.

miércoles, 9 de junio de 2010

Me baño en este lago de sombras,
como un hogar secundario, la seguridad.
Recojo los cristales rotos que dejó una voz antigua,
latiendo dentro de mí, palabras, como burbujas,
subiendo hacia la superficie
para hacerme perder el hilo del poema.
La columna vertebral que sujeta esta tensión
imposible entre los verbos.

Escucho, el piano lento, las caricias
encadenandose dentro, me aturdo, dudo,
caigo en el humo de la inconsciencia.
En el lago de las sombras,
buscando mi cuerpo entre las corrientes
entre las voces, las miradas, los coros.
Me agacho ante tanto vacío.
Me inclino ante tanta ignorancia.


Necesito estos silencios, necesito realmente
descomponerme en metáforas, alcanzar el límite
como si fuera un simple eco más
en el desfiladero, en la caída, en la objetividad dulce
que otorga la oscuridad de la noche.
Fuera de ruidos, de eclipses en la comprensión
del segundo. De inflexiones absurdas a destiempo.

Huyo de la vida hacía la vida,
me embarco en el absurdo.
Me anudo, anido al lado de mi otro yo,
del otro lado. Al lado de la muerte
que se desenreda ante mis ojos.
Al lado de la certeza que se vierte
en la lluvia, afuera, en la lluvia.
Huyo a la desesperación del tono perdido,
y de los matices manchados de imperfección,
que no es otra cosa que la eterna misma poesía.

miércoles, 2 de junio de 2010

Creía que realmente se podía
morir en aquellas notas.
Quise morir con aquella canción,
morir con la certeza.
Escaparme con la verdad entre los dedos.
Tenía miedo de volver a diluirme
del impacto, de nuevo, de la terrible calma.

No sabía que se podía permanecer
en el ojo del huracán. No conocía
el punto de equilibrio. Ni la sonrisa del silencio.
Ya ves, Cicerón, ut nihil fictum est,
nihil simulatum.
Ya ves que quedan
palabras que huelen, aromas vivos.

Aunque pensara que mis versos fueran lápida,
y todo hubiera quedado escrito hace tiempo.
Aunque me dejara vivir, aunque
ya tuviera en las pupilas grabado el presente.
A pesar de todo me inclino,
y pido disculpas por esta terrible ignorancia...
ut nihil fictum est,
nihil simulatum.