lunes, 26 de julio de 2010

[...]
Al otro lado está plenitud esperando,
las métricas ordenadas,
la puerta de salida
en forma de ventana con cortinas verdes.
El silencio, el vacío, la inhumanidad del mundo
cuando está dormido.
Las ganas de huir, de estirar el brazo
tan poéticamente que sienta que pueda escapar
escapar del mundo rompiendo superficies.
Al otro lado está el amanecer,
el final de las sombras gritándome
tan fuerte, tan fuerte, que sería capaz de saltar
en cualquier momento.
Y unirme con una sonrisa a las corrientes del azar,
sentir que hoy he robado todos los colores
del círculo cromático del presente.
Que he dejado este momento,
que he dejado todo el hueco de mi pecho
vacío de ruidos, de colores, de luces y de versos.

lunes, 19 de julio de 2010


Cada vez es más real... resulta dificil de creer.
Cuando sobran las palabras... pronto, muy pronto... :D

miércoles, 14 de julio de 2010

Patéticos

En vuestro desesperante derroche de hipocresía.
Me quito el sombrero porque aun así inspirais al poeta,
todos, todos los aromas del refinado y delicado
sutil y elegante bebedizo del Odio.

sábado, 10 de julio de 2010

10-7-2010

Sin soledad, sin locura... no puede nacer el mejor poema. La mejor historia no es más que la red con la que se atrapa la rareza del vivir, ese matiz que pasa desapercibido cuando miramos el conjunto. Ser sublime sin intermitencia, que diría Umbral citando a Baudelaire; al fin y al cabo ya lo decía Borges, que el mundo no es más que un sistema de citas, que ya estaba todo inventado. Es la red, el tejido. Eso es nuestro. Un escritor japonés decía que el viaje a la luna no había significado nada, y que, sin embargo, él veía las teteras pasar a 100 kilómetros por hora en su cocina. Esa es la única extrañeza, lo sublime, la materia real escondida tras el pesado velo de lo cotidiano. Y sin embargo, preferimos seguir fingiendo maravillarnos con lo monumental, trivializamos las maravillas hasta finalmente caer en el mismo tedio insondable del que creemos huir. Qué manera más escandalosa de ciencia ficción: buscar la emoción en lo ajeno, intentar tocar imágenes desconocidas, huir del misterioso tacto de la realidad directa. La ficción interior, que diría Ballard. Eso es lo sublime sin intermitencia, abrir los ojos para darse cuenta de que el telón está ahí, en todas partes, esperando las palabras perfectas que lo eleven, que sepan apreciar la plasticidad de lo subjetivo, dando pie a la más perfecta disección de lo extraño, de lo terrible, de lo desconocido y sorprendente que es estar vivo dentro de éste azar que llamamos aquí y ahora.