martes, 25 de octubre de 2011

Escogí perder las todas las palabras,
quedarme con la voz en blanco.
Había gastado la tinta escribiendo
en piedras de sal emociones demasiado dilatadas.
Pero el viento se ha llevado lo que queda de mí.

Busqué una sombra,
un pozo lo sufiente profundo como para evitar
el sonido de los tacones.
Y me quedé en silencio, esperando su imagen.

Pero ella seguía allí, donde siempre estuvo.
Y yo, yo era tan pequeñita...
que las piedras parecían edificios.
Aunque ya no recordaba ningún idioma
acaso, quizás, la llamada de un gato,
o la sonrisa del frío.

Busqué al verso con todas las pupilas
y un día vino para  contestarme:
"has huído del tiempo,
ya no conoces la textura de la piel del mundo"

Me escondí más abajo aún, más profundo
en mí misma.
Y mi no-voz susurraba que ya no necesitaba nada,
que había dejado en el camino todas sus apariencias.
Pero ella estaba allí para recordarme el abrazo del mundo.
Y el verso y yo entendimos, sin palabras,
todo el significado de las lágrimas.