lunes, 22 de agosto de 2011

En la imagen encontramos
una niña con grandes ojos tristes.
No tiene miedo, ninguno,
aunque sea su casa la que arda ante ella,
aunque ella fuera la que encendió la cerilla,
aunque ella tiró la cerilla a las cortinas,
aunque acercó el sofá de su padre
para que el fuego siguiera vivo.

Observa su obra con las manos oscurecidas,
con la cabeza ladeada, con una curiosidad tan inocente
que se podría llamar blasfema.
“No pasa nada, todos dormían”
“No pasa nada, todo irá bien”,
repite un policía que la abraza.
Pero no pueden alejarla de la escena,
hasta que la música no se detenga.

Y ella hubiera preferido dormir
sentir todo el peso de su creación
derrumbándose sobre ella.
Lo desea con todas sus fuerzas
antes de que termine todo
y el mundo vuelva a ser
un amasijo de intenciones disueltas.