martes, 18 de junio de 2013

Yo, que he renunciado a todo lo que no sea mi eco,
extrañamente la reconocí,
con la marca de la muerte en sus ojos,
recubierta de agua,
un mar vertiéndose lento por la ladera del mundo.
No tenía la piel escondiendo el pánico,
como yo acostumbro, ni las manos desnudas.
Vi a la reina de ninguna parte, una loba
sin calor ni cachorros.
Un objetivo y un gatillo que apuntaban
apuntaban a su propio hogar.

Y yo, que jamás supe hacer otra cosa que observar
dejé que aquel grito rompiera mis articulaciones,
aplastara mis hombros.
Comprendí que yo ya había dejado de existir,
y por eso puse la pistola en mi frente y grité:
“¡Véngate ahora del infierno y del telón!”

Vine del vórtice de la tristeza
para brindar con su mismo veneno.
Busqué la burla en mi propio dolor,
abrí mis heridas para que la nada cubriera más versos,
y oscurecí los ojos del gato, que no comprendía
por qué siempre jugué a solas a la ruleta rusa.

Supongo que la sombra del asesino se lleva cualquier miedo,
aunque la cuerda floja sean sus propias venas,
y todos sus dioses figuras extrañas y silenciosas.
Ella ya no sabe respirar sin la batalla,
y yo sin pensarlo daría mi piel para coser sus heridas.
Ella ya no sabe vivir sin un ejército enemigo apunto de atacar,
y preferiría ser un kamizake contra sus recuerdos
a firmar cualquier paz consigo misma.
Y yo, yo solo tengo a la misma chica del espejo,
cuando estoy a punto de soltarme y caer,
para susurrarme el próximo movimiento en la partida.

miércoles, 5 de junio de 2013

En el otro lado del espejo
solo estaba yo, el jardín de piedra,
y un vacío caprichoso
robando todo el oxígeno de la habitación.

En las sombras hay que entrar a solas
y solo cuando la derrota te ha arrancado los miedos,
solo entonces, cuando ya no quedan horas,
ni minutos, ni mañanas;
es posible abandonarse al placer.

Puede despertar la bestia y llevarse el resto
porque ya mi nombre o mi pasado
poca importancia tienen.

Olvida todo lo que fuiste,
olvida otros muros, el tacto de otro hielo...
todas las palabras han perdido
una finalidad clara.

Ya solo el instinto nos hace inmortales.