Yo, que he renunciado a todo lo que no
sea mi eco,
extrañamente la reconocí,
con la marca de la muerte en sus ojos,
recubierta de agua,
un mar vertiéndose lento por la ladera
del mundo.
No tenía la piel escondiendo el
pánico,
como yo acostumbro, ni las manos
desnudas.
Vi a la reina de ninguna parte, una
loba
sin calor ni cachorros.
Un objetivo y un gatillo que apuntaban
apuntaban a su propio hogar.
Y yo, que jamás supe hacer otra cosa
que observar
dejé que aquel grito rompiera mis
articulaciones,
aplastara mis hombros.
Comprendí que yo ya había dejado de
existir,
y por eso puse la pistola en mi frente
y grité:
“¡Véngate ahora del infierno y del
telón!”
Vine del vórtice de la tristeza
para brindar con su mismo
veneno.
Busqué la burla en mi propio dolor,
Busqué la burla en mi propio dolor,
abrí mis heridas para que la nada
cubriera más versos,
y oscurecí los ojos del gato, que no
comprendía
por qué siempre jugué a solas a la
ruleta rusa.
Supongo que la sombra del asesino se
lleva cualquier miedo,
aunque la cuerda floja sean sus propias
venas,
y todos sus dioses figuras extrañas y
silenciosas.
Ella ya no sabe respirar sin la
batalla,
y yo sin pensarlo daría mi piel para
coser sus heridas.
Ella ya no sabe vivir sin un ejército enemigo apunto de atacar,
Ella ya no sabe vivir sin un ejército enemigo apunto de atacar,
y preferiría ser un kamizake contra
sus recuerdos
a firmar cualquier paz consigo misma.
Y yo, yo solo tengo a la misma chica
del espejo,
cuando estoy a punto de soltarme y
caer,
para susurrarme el próximo movimiento
en la partida.
1 comentario:
me gusta! miau :3
Publicar un comentario