
Puedes dejar que cada impulso irracional te domine,
y caminar sobre una jungla de malas intenciones.
Puedes abrazarte a las incógnitas del destino,
besar a la muerte, y ver fluir río abajo toda tu historia.
Puedes hacer que esta energía se dispare en todas direcciones,
que tiña de naranja el cielo y encienda el fuego de cada pecho.
Puedes intentar, si quieres, escalar los hilos
que están sujetos a tus arterias, hasta el gran titiritero
y observar en la inmensidad toda esta gran comedia.
Puedes llamarlo poesía, y perderte en los huecos
que quedan entre verso y verso, en los silencios,
olvidar el verbo que selló mis labios, perder las palabras
y romper con las normas que un corazón jamás entendería.
Puedes arrancarme la ropa, desechar la poca humanidad
que queda detrás de mis ojos,
y hacer que la bestia que vive en mi interior solo sepa rugir tu nombre
en el crepúsculo de su final.
Yo ya no puedo hacer nada,
no puedo comprender, ni actuar, ni escribir más réquiem
a sombras incorpóreas,
no puedo encontrar mi contorno desnudo tras las palabras
que se fueron desvelando detrás del vaho de la ducha.
Yo puedo sentarme, mirar hacía abajo y sonreír.
Asumir la derrota mientras se apagan las luces.
Quedarme quieta en el equilibrio de mis emociones,
atar a la bestia hasta el final de la escena.