sábado, 10 de abril de 2010

Máquina


Me encuentro, de repente, sin ser yo misma;
alejándome de ti con toda la naturalidad del mundo.
Me convierto en otra que aun no conozco,
una estatua con mi nombre.

Mis ojos son cristales tintados
y mis manos, frías, acero fundido.
Tengo el corazón blindado en bronce,
y oxidado.
Por eso tus recuerdos son proyecciones
en la pantalla de la azotea.
Proyecciones, nada más.

Intento descontrolar estas emociones,
y no odiarte por impulso.
Pero estos circuitos no obedecen, no soy,
como nunca fui la que pensabas.
Solo queda de mí existencia
indeterminada, en acto constante.

Quiero hacer un suicidio, si se puede llamar así
la desconexión del sistema.
Para que no te acerques a la superficie,
para que no me obligues a escribir poemas,
para que no encuentre la sangre bajo esta piel
metálica, y vuelva a ser humana,
habitante de tu sombra.

2 comentarios:

Salva dijo...

"El hombre es un ser de lejanías", escribió Heidegger. Esta frase tiene muchos sentidos, como todas las suyas, pero yo le aplico el más modesto y usual. Ir muriéndose es ir alejándose de las cosas, o ver cómo las cosas se alejan. Así, acudo a fiestas, tareas, usos cotidianos, inmediatos, y me parece venir desde muy lejos, desde mis lejanías de hombre que agota a grandes pasos su biografía. A uno le queda ya poco, pero no poco o mucho de vida o de muerte, sino poco de uno mismo, poco de lo que fue, de lo que fui.

(Francisco Umbral, Un ser de lejanías, 2001)

Anónimo dijo...

n_n