domingo, 26 de diciembre de 2010

La paciencia tiene un límite, ojos de laguna.
Los labios se cierran de pura impotencia tras la cascada,
y los caballos galopan sin riendas hacia el sur.
Mozart se despeina con los trozos del espejo
y una anciana enseña su vagina a la diosa.
Y la vieja se llama Yambo.

¿Dónde está la palabra solemne en esta cueva?
El polvo se inclina ante tu sombra y cede el paso a la reina.
Reina del polvo con un mar de recuerdos
lloviendo sobre el techo del palacio.
El árbol sigue muriendo de orgullo. ¿Oyes la música?
El loco sabe que está solo y triste,
y sabe que tiene ramas en las rodillas y aletas en la espalda.

La diosa levanta una ceja ante la grotesca imagen
y chorrean los versos en algún cuaderno cercano.
“Diana, tu hija dejó de estar en el infierno por unos segundos”.
Y la reina da vueltas en círculo dentro de su jaula
agarrada a un joven de inmoral sonrisa:
“tu pasado es una hélice naranja que trepa al universo”.

Yambo se convierte en piedra y vigila entre sus piernas
con las arrugas cayendo a los lados de sus mejillas
y una sonrisa que se antoja tristeza para la diosa.
Y la reina huye del castillo sentada en un caballo
que se llama Azar. Escucha la música.
Una niebla de colores recubre el castillo.
Y el joven besa su índice y en la nube
rasga un “hasta pronto”.

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