sábado, 21 de mayo de 2011

A ti, que me lees,
universos de tinta, vacíos marinos,
un abrazo invisible. El último beso.
Duerme la noche mutilada como si la sombra
apagase la levedad que se vierte
desde el vórtice donde todo nace.

Me otorgo la muerte con soberbia,
por no llenar los huecos
de miedos agridulces, vuestros.
Madurez en los ojos de un gato,
vivir mientras Vengerov sigue tocando,
existir con tus gemidos
que huyen por la ventana.

El resto, inconsistencias disueltas
láminas de silencio que se rompen,
palabras sin contenido a la deriva,
significados degenerados, carentes,
escasos, vacíos.

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