sábado, 9 de enero de 2010

A veces prefiero pensar que no estoy aquí, que he dejado de existir, que estas letras no son más que el testamento de una mente que ya ha encontrado su hogar. Me gustaría esconderme en una nota de violín para siempre, olvidar mi cara, mis manos. Fundirme con mi propio latido y mis propias lágrimas, y ser la música encarnada, invisible, olvidada y feliz.
Algunas veces desearía que las historias fueran ciertas, creer en las viejas leyendas, sentir el coro anunciando mi caída, y bajar los escalones de la derrota ante una capa oscura como la noche. Me gustáría morder la manzana del delirio y que la culpa se escurriera fuera de mí como una serpiente. Que la locura me terminara de devorar, para volver a casa. Y el arrepentimiento fuera un simple juguete.
Quisiera inclinar la balanza hasta romperla, y caer al fondo del abismo con ella.

Y dejar de una vez intentar descubrir que me retiene en este corazón.

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