sábado, 10 de julio de 2010

10-7-2010

Sin soledad, sin locura... no puede nacer el mejor poema. La mejor historia no es más que la red con la que se atrapa la rareza del vivir, ese matiz que pasa desapercibido cuando miramos el conjunto. Ser sublime sin intermitencia, que diría Umbral citando a Baudelaire; al fin y al cabo ya lo decía Borges, que el mundo no es más que un sistema de citas, que ya estaba todo inventado. Es la red, el tejido. Eso es nuestro. Un escritor japonés decía que el viaje a la luna no había significado nada, y que, sin embargo, él veía las teteras pasar a 100 kilómetros por hora en su cocina. Esa es la única extrañeza, lo sublime, la materia real escondida tras el pesado velo de lo cotidiano. Y sin embargo, preferimos seguir fingiendo maravillarnos con lo monumental, trivializamos las maravillas hasta finalmente caer en el mismo tedio insondable del que creemos huir. Qué manera más escandalosa de ciencia ficción: buscar la emoción en lo ajeno, intentar tocar imágenes desconocidas, huir del misterioso tacto de la realidad directa. La ficción interior, que diría Ballard. Eso es lo sublime sin intermitencia, abrir los ojos para darse cuenta de que el telón está ahí, en todas partes, esperando las palabras perfectas que lo eleven, que sepan apreciar la plasticidad de lo subjetivo, dando pie a la más perfecta disección de lo extraño, de lo terrible, de lo desconocido y sorprendente que es estar vivo dentro de éste azar que llamamos aquí y ahora.

2 comentarios:

Salva dijo...

Y qué forma de ser sublime :)

Mary dijo...

Lo ublime y la belleza está en tu interior. Nadie, sólo la persona que tenga el interior tan bello como para escribir esas palabras, es capaz de abrir su corazón como tu lo haces Ángela... Me siento orgullosa de ser conocerte. Muchisimas felicidades y un fuerte abrazo de tu compañera filóloga Mary. Un beso muy fuerte!