lunes, 8 de noviembre de 2010

Se lo dije:
la música aún me mantiene
en este líquido amniótico.
Ruido y desastre.
Un ejército de ciegos
detrás del señor de blanco.

Los cimientos se tambalean,
nos ponemos de acuerdo,
en lo terrible, acordamos todos
pulsar ese botón rojo.
Y la cantante cae
sobre sus brazos encadenados.

El sonido rompe la roca, ciegos,
y nadie lo ve.
Estoy muriendo cada maldito segundo,
rodeada de torturados y enfermos.
El ego se define:
dos razones para vivir
si atrapas aquéllo que dejé de ser.

Sólo ha terminado el mutismo,
el ejército ofrece su vida al maestro.
Y Él se regocija ante la masa de muertos.
Sorprende al ciego con la imagen.
Benditas ironías.

Me vendo los ojos
sólo por no complacer al cadáver.
El frío me escribe en los párpados
que ya estás cerca de mí.

1 comentario:

Salva dijo...

Me gusta mucho el principio.

El resto también, pero el principio sobretodo.