miércoles, 2 de junio de 2010

Creía que realmente se podía
morir en aquellas notas.
Quise morir con aquella canción,
morir con la certeza.
Escaparme con la verdad entre los dedos.
Tenía miedo de volver a diluirme
del impacto, de nuevo, de la terrible calma.

No sabía que se podía permanecer
en el ojo del huracán. No conocía
el punto de equilibrio. Ni la sonrisa del silencio.
Ya ves, Cicerón, ut nihil fictum est,
nihil simulatum.
Ya ves que quedan
palabras que huelen, aromas vivos.

Aunque pensara que mis versos fueran lápida,
y todo hubiera quedado escrito hace tiempo.
Aunque me dejara vivir, aunque
ya tuviera en las pupilas grabado el presente.
A pesar de todo me inclino,
y pido disculpas por esta terrible ignorancia...
ut nihil fictum est,
nihil simulatum.

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