sábado, 10 de diciembre de 2011

Al lado del lago, Mahler tuvo una casa pequeña
de paredes azules como la quinta sinfonía.
Ya no es de nadie, las hojas y la gente
están arañando el tiempo que quedaba en los rincones.
Quisimos ser en tantos lugares, atrás,
que los ojos no se acostumbran al repetido paisaje.
Pero ya no hay faraones atravesando el umbral de karnak,
sino ruinas llorosas y quebradizas.
No quiero ser yo frente a la creación vacía,
que me maten los recuerdos apagados de desidia.
Prefiero hundirme con el barco,
a sobrevivir en un barniz dudoso
y con la inmortal estela de los focos polvorientos.

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