domingo, 14 de marzo de 2010

Odio esta sensación.
El tambaleo que produce el roce de la palabra
que no acierta, el despiste de las emociones.
El parón, la incógnita en el aire que se escapa.
El aire, el oxígeno... llenar los pulmones
de sensaciones que salen en blanco.

Ojalá pudiera llamar suicidio a cada poema.
Que es su verdadero significado.
Y lanzar testamentos como si fuera confeti,
como si me vaciara.
Y no me importara el color de los ojos del que lee
al otro lado, ni el color del alma.

Pero no puedo dar el paso, no puedo romper
el molde, decir el todo en tres estrofas,
morir con el barco, escuchar el sonido de la recámara
en mi sien, y dejar que todo el contenido se diluya
antes que yo.

Me queda navegar entre túes difuminados,
terminar otro poema, cerrar los ojos
con el significado aun ardiendo dentro
y las palabras escondiéndose en mis poros.

Y dormir como cura a este fuego.
Dormir.

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